22/6/08

Me suele pasar que yendo en el colectivo, sin pensar en nada o, a la vez, pensando en todo, de golpe y sin previo aviso algo hace click y por unos minutos, o segundos (quién sabe bien lo que es el tiempo) todo cae. El suelo se transforma en arena y se tiene sensación de vacío, náusea, nada. Bien lo dice Camus cuando comenta sobre el singular estado del alma cuando el vacío se hace elocuente y la cadena de los gestos cotidianos se rompe, algo perpendicular avanza rompiéndolo todo. Este es el primer signo de la absurdidad. Es darte cuenta, aunque sea unos segundos en un día ajetreado, que todo, todo, es náusea, vacío, nada.

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