17/6/08

Martín Heidegger, con lúcida angustia, planta la muerte ante el hombre; sólo el hombre muere, porque sólo a él, mientras vive, lo acompaña, como sombra de su alma, el conocimiento de su fin.

Ser de tiempo, lo hieren todas las horas que pasan, la última lo mata.

Sartre, por su lado, replica la muerte, en vez de dar sentido a la vida, la remueve y anula. Toda esperanza tropieza y anula todo proyecto ante el absurdo del no ser definitivo.

Al final, entre dos nadas eternas, la vida tiende a ser un tiempo ínfimo cada vez más pequeño.

1 comentario:

l dijo...

¿Se me permite insistir con Unamuno, aunque monotemática?

Morir soñando, sí, mas si se sueña
morir, la muerte es sueño; una ventana
hacia el vacío; no soñar; nirvana;
del tiempo al fin la eternidad se adueña.
Vivir el día de hoy bajo la enseña
del ayer deshaciéndose en mañana;
vivir encadenado a la desgana
es acaso vivir? Y esto qué enseña?
Soñar la muerte no es matar el sueño?
Vivir el sueño no es matar la vida?
a qué al poner en ello tanto empeño
aprender lo que al punto al fin se olvida
escudriñando el implacable ceño
- cielo desierto - del eterno dueño?

Según el Cancionero, es el último poema que escribió en vida, un día y medio antes de morir. Y sigue bogando a favor de la eternidad.

Saludos. Ya dejaré de hablar de Unamuno. Lo prometo.