27/4/08


El Colegio Máximo de San José es el antiguo seminario de los jesuitas. Hoy se encuentran allí las facultades de Filosofía y Teología dependientes de la Universidad del Salvador. En el lugar viven actualmente una comunidad de jesuitas que se dedican casi exclusivamente a lo académico. Allí cursé parte de mis estudios, cuando era religioso.
El padre Osvaldo Pol S.J., que antes que cualquier título es un excelente poeta, nos impartió a un grupo de jubilosos seminaristas y religiosos un "curso intensivo" sobre los místicos del siglo de oro español: San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila. Llegaba un momento, después de horas de escucharlo, que solo unos pocos manteníamos la vista en alto. Los demás, muertos de sueño e insensibilidad poética, miraban para abajo escrutando el porvenir de sus zapatos negros, de sus hábitos o, quién sabe, mandando mensajes de texto. En general éramos siempre los mismos los que prestábamos atención: dos jesuitas estudiantes, un laico y yo.
Nos tocó el turno de analizar Llama de amor viva. En el momento de leer el último verso de la primera estrofa, a saber:


  ¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,
¡rompe la tela de este dulce encuentro!


pregunté: "ya que los poemas de espiritualidad carmelitana tienen sus raíces en el Cantar de los Cantares, un texto por demás erótico, en donde la persona siempre se nombra en femenino, más allá de su sexo y se mantiene una total pasividad, pues el Amado o el Esposo es Dios, es posible que Juan de la Cruz, al declarar "rompe la tela..." haya remitido, aún en su inconsciencia, a romper la virginidad de la mujer. Dejar se ser virgen como deja de ser virgen una niña, aún metafóricamente? o, acaso, lo remito yo porque no dejo de pensar en el sexo?"


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